Por: Luis Enrique Ruiz M.
Periodista
Como muchos acontecimientos trascendentes de nuestra historia, la firma del tratado Hay-Bunau Varila del 18 de noviembre de 1903, es uno de los acontecimientos que se han perdido en los anales de la nuestra historia y un pobre significado tiene para las nuevas generaciones de panameños.
Pocos recuerdan que fue su antecedente, el tratado Herrán-Hay, firmado entre Estados Unidos y Colombia el 22 de enero de 1903 para la construcción del Canal interoceánico por el Istmo de Panamá y su posterior rechazo por el Senado colombiano el 18 de agosto de ese año, lo que provocó los hechos que culminaron con la separación del istmo el 3 de noviembre.
Philippe Jean Bunau-Varilla, quien luego de la quiebra de la compañía Universal del Canal francés de Ferdinand de Lesseps en 1889, se quedó con los derechos y como accionan muchos en la actualidad, movió sus influencias en el exterior para su beneficio; vendió los derechos de la compañía en 1902 y luego de esto, ofrece ese poder a los líderes nacionales para incitar la separación y casi obligar a las autoridades de la nueva nación a su nombramiento como ministro plenipotenciario y cerrar su negocio.
Pero en favor del galo podemos destacar que sus esfuerzos, sin duda contribuyeron a que los norteamericanos descartaran la ruta de Centroamérica y se decidieran por Panamá. No podemos ignorar que gracias a su apresurada e inconsulta firma de noviembre de 1903, también obligó a las siguientes generaciones de panameños a luchar por casi un siglo para la recuperación de ese territorio.
En este último punto, deseo resaltar la necesidad de buscar ese sentimiento de la unidad que caracterizó a los istmeños en el pasado y enfrentar como un solo bloque a los Bunau Varilla de siglo XXI, transformados en listas internacionales discriminatorias, que nos quieren regresar al status que sufría Panamá en 1903; la migración ilegal que indirectamente afecta a varios aspectos de nuestra sociedad; el cobro excesivo y mala calidad de servicio que ofrecen las transnacionales y que de forma valiente encara la administración del presidente José Raúl Mulino.
También están: la batalla contra la mala calidad de nuestra educación que provoca desigualdad; la corrupción, el desempleo y la criminalidad que atrofia a nuestra sociedad, son otros adversarios internos que hacen imperante la unidad de nuestras fuerzas para vencer estos obstáculos y edificar un mejor futuro para todos.
Igualmente, el futuro de la Caja del Seguro Social, que en estos momentos con responsabilidad se analiza en la Asamblea Nacional y que esperamos que las alternativas que surjan de estas exposiciones, se tomen en cuenta para enriquecer el documento y no se convierta en un diálogo de sordos que solo viene a llenar un formalismo.
Pedimos a Dios que ilumine a todos los grupos que brindan sus aportes en el Parlamento, para que se llegue a un feliz acuerdo. Por los próximos y actuales jubilados, los más olvidados y quienes más tienen que perder si las reformas no logran su verdadero objetivo que es fortalecer las finanzas de esa noble institución.