Ciudad de Panamá, 17 abr (EFE).- Cuando Donald Trump alardeaba a principios de año sobre sus intenciones de «recuperar» el Canal de Panamá, un inédito documental saltaba a los cines panameños desentrañando la historia de las negociaciones y el complejo juego diplomático que llevó a la firma de los Tratados Torrijos-Carter en 1977, que devolverían la soberanía panameña sobre ese territorio.
‘Hijo de Tigre y Mula’ resume en apenas 105 minutos la histórica odisea del general Omar Torrijos para lograr culminar con los tratados que entregarían el Canal, bajo Administración estadounidense desde su inauguración en 1914, a manos panameñas al concluir el siglo XX, un hito en la historia moderna de América Latina.
Pero más allá de narrar los años de negociaciones, el filme de la directora panameña Annie Canavaggio pretende ejercer un rol educativo para los jóvenes. Considera que muchos «sienten» que el Canal siempre fue panameño ante la falta de educación en las escuelas sobre ese tema.
En una entrevista a EFE, Canavaggio admite que su primera motivación para hacer el documental hace siete años fueron los jóvenes y que las amenazas de Trump para recuperar la importante vía interoceánica aceleraron su estreno.
«La primera motivación que tuve fueron los jóvenes. Me daba cuenta que en Panamá no eran tan conocedores de lo que ocurría en el país y con estas áreas revertidas. Ellos siempre sintieron que esto siempre fue nuestro y no hubo una lucha para obtener este territorio», dice Canavaggio.
La directora panameña relata que tenía la «impresión» de que en el país se estaba «olvidando un pedazo de la historia y de Omar Torrijos, de toda esa parte de los tratados que se hicieron en el 1977».
Sin embargo, a su juicio con los jóvenes ocurría algo particular: «No se han olvidado porque nunca supieron, porque no ha habido esa educación, quitaron la materia de Panamá con Estados Unidos. La información que han dado ha sido muy escueta».
En la educación panameña existe una asignatura llamada ‘Historia de las relaciones Panamá-EE.UU.’, que ha sufrido varios tropiezos en los últimos años, pues Gobiernos la han quitado y repuesto de la agenda educativa hasta que, en enero en medio de la crisis del canal, el actual presidente de Panamá la volvió a instaurar como obligatoria.
«Pienso que sí (cumple un rol educativo). Me estoy quedando con la demanda, porque el público me está pidiendo que lo pase por todas partes y no puedo ir tan rápido», señala Canavaggio al subrayar estar dispuesta a proyectar su film en plataformas de contenido audiovisual como Netflix o Amazon Prime.
‘Hijo de Tigre y Mula’ ha arrasado en los cines panameños con una alta demanda al estar más de cuatro semanas en pantalla y siendo, además, una de las películas que más salas llenó en el Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF), celebrado este año durante la primera semana de abril.
El cruce de tigre y mula con mentalidad de ajedrecista
El documental inicia con un escrito del colombiano Gabriel García Márquez definiendo al general Torrijos como un cruce entre tigre y mula, del primer animal tenía «la astucia certera» y del segundo la «terquedad infinita», como resalta el artículo del premio nobel de literatura en el periódico panameño La Prensa.
Solo recoge imágenes reales desde que Torrijos da el golpe de Estado en 1968 hasta que su avión se estrella en 1981 cerca a su amada comunidad de Coclesito, pasando por los viajes del general y el contexto nacional e internacional de las negociaciones sobre el Canal de Panamá.
«Supo construir su poder de negociación. Se conectó con grandes líderes, buscó el apoyo de ellos; se conectó mucho con su gente, con la gente en Panamá. Entonces, voy construyendo mi poder de negociación; primero con la gente (…) pero también paralelamente les digo (a EE.UU.), ‘ojo, si no me lo dan, aquí les va a pasar esto’ y les doy una pequeña muestra de 14 bombas», relata la directora panameña.
Y continua Canavaggio: «Estoy jugando dos juegos, jugando ajedrez. Los padres de él fueron maestros de ajedrez. En su casa se hablaba de ajedrez. En su casa se pensaba como ajedrecista, se pensaba estratégicamente. Creo que eso no fue casualidad».