Redacción – Panorama Económico
Chiriquí. – Un grupo de pescadores locales, tour operadores y activistas ambientales expresaron su firme oposición al lanzamiento del proyecto Puerto Barú en David. Los manifestantes se reunieron en botes frente al propuesto puerto, ubicado entre los manglares de David, para expresar sus preocupaciones sobre los impactos ambientales y socioeconómicos del proyecto.
La protesta resalta la creciente insatisfacción por la enorme amenaza que el proyecto representa para los frágiles ecosistemas locales y para las actividades comerciales y de subsistencia de las comunidades. Los manglares, vitales para la pesca artesanal de langosta, camarones, peces y moluscos, podrían ser gravemente dañados por el dragado. Este impacto, de acuerdo a un estudio técnico independiente, no ha sido debidamente analizado en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del Puerto Barú, aprobado por la administración pasada del Ministerio de Ambiente (MiAMBIENTE).
Los tour operadores de los puertos cercanos Boca Chica, Chorcha y Pedregal, entre otros, están particularmente preocupados por el impacto negativo que el dragado continuo tendrá en los arrecifes coralinos y las playas de aguas cristalinas, que son el sustento de la creciente actividad turística del Golfo de Chiriquí. Según una revisión científica al EIA del proyecto realizada por la firma internacional Lynker, los sedimentos finos liberados y dispersados durante el dragado no fueron adecuadamente considerados, y representan una grave amenaza para los arrecifes cercanos del Parque Nacional Golfo de Chiriquí.
Emprendedores de la zona, que se especializan en tours de observación de delfines y ballenas en el estuario de Boca Brava y áreas adyacentes, han expresado su preocupación sobre el impacto de la disposición de los sedimentos del dragado y la contaminación acústica y posibles colisiones con los cetáceos.
Investigaciones científicas sobre los impactos del tráfico marítimo en otras regiones, como el Golfo de Panamá, han demostrado que no se cumplen adecuadamente las regulaciones actuales para mitigar los riesgos de colisiones entre ballenas y embarcaciones.
En respuesta a estas preocupaciones, una amplia coalición de organizaciones ambientales y sociales está pidiendo la reubicación del proyecto Puerto Barú a un sitio que no ponga en peligro los valiosos y prístinos ecosistemas de manglares de Chiriquí. Argumentan que el desarrollo no debe comprometer la belleza natural y la biodiversidad de la región, elementos esenciales para la industria del turismo y la subsistencia de las comunidades pesqueras.
Los desafíos legales continúan con dudas sobre si el proyecto cuenta con todos los permisos aprobados por las diferentes autoridades competentes. La Corte Suprema de Justicia tiene la oportunidad de proteger estos ecosistemas si admite y sustancia rápidamente la demanda interpuesta hace ya cuatro meses.
Las afirmaciones de los desarrolladores sobre el inicio de la construcción parecen ser parte de una estrategia de relaciones públicas, destinada a influir en el apoyo local, pero los problemas no resueltos sugieren que los verdaderos costos ambientales y sociales del proyecto aún no han sido plenamente considerados.
Mientras Panamá continúa enorgulleciéndose de sus logros ambientales, especialmente en términos de protección de los manglares, la demanda de una revisión más exhaustiva del proyecto Puerto Barú crece. Ambientalistas, residentes y tour operadores por igual están instando al gobierno a reconsiderar la ubicación de este puerto por sus potenciales impactos en las personas y los ecosistemas que hacen de Panamá un destino único y apreciado.
Para más detalles sobre el proyecto Puerto Barú y su impacto ambiental, visite el sitio web www.NoaPuertoBaru.com.